miércoles, 2 de septiembre de 2015

Compresión de la luz (que no comprensión, por mi parte)

He leído que un equipo de investigadores británicos ha conseguido medir la compresión de la luz en una partícula.



Según cuentan, tras fabricar un átomo artificial (conocido como punto cuántico semiconductor) que presenta propiedades ópticas mejoradas respecto a los átomos tradicionales (el helio, oxígeno y todos esos), han empleado la técnica hasta ahora pensada imposible, de la compresión de la resonancia de fluorescencia.
Resulta que cuando dispersas la luz láser leve del punto cuántico (el átomo artificial) provocas que el ruido del campo electromagnético se reduzca a un nivel por debajo de la base estándar de las fluctuaciones cuánticas de la energía en el vacío.
Por contra, y debido al principio de incertidumbre, esto te lleva a que otras partes del campo electromagnético sean menos medibles, con lo que obliga a realizar una compensación de lo que se puede medir y lo que no.
Como resultado, el diagrama de actividad electromagnética presenta una forma aplastada, de donde deriva la denominación de luz comprimida.
¿Todo claro?
Bien, pues resulta que la aplicación soñada de todo esto, es llegar a fabricar detectores de compresión tales que se puedan medir por fin las ondas gravitacionales (ondas que generan pequeñas fluctuaciones en el continuo espacio-tiempo, haciendo que este se expanda y se contraiga), cuya existencia es consecuencia de la teoría de la relatividad y que a día de hoy, siguen siendo indetectables. Algo que garantizará la gloria del que las detecte, parecido a como lo era el santo grial en la edad media.

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