jueves, 24 de septiembre de 2015

Eclipse

Durante la madrugada del 27 al 28 de septiembre habrá un eclipse lunar muy particular.
La luna, en su perigeo aparecerá como una "superluna" y entre las 4 y las 5 y media en España (más o menos) se producirá un eclipse total visible en América y Europa, o desde los barcos en el Atlántico.
Pero no solo por la superluna, sino porque se va a dar la circunstancia que durante el eclipse, la luna va a recibir la luz dispersada por la Tierra, dándole un tono rojizo en lo que se suele llamar "luna sangrante".
Así que tendremos una "superluna sangrante" que es un gran titular para los telediarios.
¿Pero por qué se producen estos fenómenos?

Eclipse:

Se produce cuando la trayectoria de la Tierra en su traslación se interpone entre la Luna y el Sol, proyectando una sombra sobre la luna (llena, obviamente), así que una vez eliminada la luz del Sol, la Luna desaparece.
Superluna:
Simplificándolo un poco, la Luna gira alrededor de la Tierra en una órbita elíptica de poca excentricidad, a una distancia media de 384.402 km. En el punto más lejano (llamado apogeo) se sitúa a unos 406.000 km y en el más cercano (perigeo) a "tan solo" 356.000 km.
Cuando el perigeo coincide con la luna llena, entonces tenemos una superluna.
Sangrante:
Este fenómeno, en que la luna durante el eclipse se ve en tono rojizo, se produce por las cualidades de la luz del sol (espectro visible), que es blanca como composición de siete colores básicos (los del arco iris), cada uno de ellos con una longitud de onda distinta (luz violeta con menor longitud de onda o mayor frecuencia y roja con mayor longitud de onda o menor frecuencia). Cuando la luz atraviesa la atmósfera en un día soleado, la luz azul, que es la que más frecuencia tiene, tiene más facilidad para chocar con las partículas de la atmósfera, dispersándose y dando el tono azul al cielo. Al atardecer, cuando el sol atraviesa tangencialmente la atmósfera, tiene que atravesar una mayor cantidad de partículas y el azul, dispersado a las primeras de cambio, deja paso al resto de colores, por lo que finalmente, los que se dispersan son el amarillo, el naranja y el rojo, dando ese tono al atardecer.
Bien, explicado esto, resulta que además se produce una difracción de la luz al atravesar la atmósfera, pero como la luz azul ha quedado dispersada, solo se mantiene en el rojo, inundando por la difracción la propia sombra de la Tierra sobre la luna. Como si todos los atardeceres y amaneceres proyectaran algo de luz sobre la superficie lunar.
Así, la luna se ilumina de tonos rojizos muy tenues, ofreciéndonos una imagen muy espectacular, pues se observa a la perfección la forma esférica de la luna, que con la luz directa no se puede debido a su intensidad.
Como yo el lunes trabajo y tengo que conducir un montón de kilómetros, creo que no lo voy a ver, pero a los que podáis, perded un rato de sueño y tratar de verlo. Vale la pena.

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